La posición exacta de Paris Hilton en Google Maps

Leo un interesante artículo de Tino Fernández en Expansión en el que afirma que, entre los modelos de negocio surgidos alrededor de la prensa rosa, se han consolidado novedades como Gawker Stalker, un recurso con 40.000 usuarios diarios (muchos de ellos cultos y de clase alta, según el autor) que utiliza Google Maps para identificar la posición de los famosos, describiendo situaciones, acompañantes y sacando numerosas conclusiones. Ya sé que la popularidad es un activo que pone la intimidad en el pasivo, pero resulta al menos sorprendente que alguien pueda llegar a determinadas conclusiones por el hecho de que los iconos de dos famosos estén peligrosamente cerca en Google Maps. Se trata de un seguimiento tecnológico implacable, basado en la información de fuentes que pueden llegar a falsearla, y que puede ser explotado por muchos usuarios para una amplia variedad de finalidades. Se demuestra una vez más que el verdadero lujo es ser un perfecto desconocido.

Las fronteras siguen siendo clave

En 1995, en una mesa redonda sobre el fenómeno Internet, comenté que la red y la globalización podían llegar a generar un proceso de ósmosis cultural y tecnológica, consciente de lo ingenuo y utópico que era el comentario. A pesar de que se han visto tímidos impulsos para ese intercambio transfronterizo, todavía existen obstáculos que parecen insalvables. Pero éstos no residen tanto en las fronteras idiomáticas o étnicas que favorecen la diversidad, sino en la compartimentación territorial que generan los acuerdos de propiedad intelectual y de transferencia de tecnología. Los titulares de derechos de autor y de patentes siguen viendo el mundo a través de sus fronteras, potenciando el poder disociador de las líneas más que imaginarias que lo seccionan. Los Estados son reacios a transferir e incluso a recibir tecnología. Esta semana, sin ir más lejos, RIM ha conseguido la autorización para vender BlackBerrys en China, tras ocho años de negociaciones. También parecen eternizarse los acuerdos de Apple para distribuir el iPhone en Europa. Las plataformas de streaming de cine a través de Internet respetan las mismas zonas territoriales que la distribución de películas en DVD… Al final, hay más oportunidades de ósmosis cultural en un chat entre quiceañeros de distintos países que en cien macrocontratos de distribución de propiedad intelectual.