La calidad de los proveedores como obstáculo para los emprendedores

Habría podido dedicar un blog exclusivo a los obstáculos que he encontrado desde que decidí tener de nuevo mi propio despacho. Los obstáculos burocráticos los conocía y resultaron fáciles de controlar. La selección y contratación de proveedores relacionados directamente con el negocio tampoco entrañó ninguna dificultad. El problema surgió, como siempre, con la ejecución de las obras de reforma de la oficina.

Estar en uno de los edificios más inteligentes de la ciudad, que también estaba siendo reformado, ha exigido una dosis terrible de paciencia, que tendrá que durar hasta marzo, cuando se espera que alcance el nivel de inteligencia y autonomía que se espera de él. Mientras, las obras han sido un magnífico escenario para comprobar los niveles de calidad y servicio de cada proveedor. Y los resultados han permitido confirmar algo que ya sabía, pero que pensaba poder evitar seleccionando a los mejores proveedores: lo mejor para un nuevo negocio es ocupar unas instalaciones que permitan centrarte desde el principio en tus objetivos y planes, sin distracciones inoportunas.

Las obras de reforma se iniciaron el 2 de julio y finalizaron el 15 de septiembre. Pero lo que más tiempo y atención ha exigido ha sido la subsanación posterior de los errores cometidos durante la obra. Defectos de instalación o ejecución que han afectado al aire acondicionado, la instalación eléctrica, la pintura, la telefonía IP, el acceso a Internet…

La gran paradoja es que cuanto más inteligente es una instalación, más errores da o más difícil es configurarla. Un ejemplo ha sido el aire acondicionado, que ha exigido la actualización del firmware de los equipos varias veces, hasta que ha aprendido lo que queríamos decir al ajustar el termostato. Tras cientos de horas dedicadas por el proveedor a enseñarle a combatir el calor, ahora llega el frío. Justo cuando había aprendido a decir pinícula, van y le llaman flin.

Proyectos tecnológicos fallidos y marisco gallego (Relato corto)

Habíamos quedado a las 14:00 horas en la sede central de la empresa con el Director Financiero y el Consejero Delegado y mientras nos saludábamos, aparecieron sus secretarias y tres consejeros. A los dos minutos, todo el departamento de informática y el departamento jurídico al completo. Cuando pensábamos que ya estábamos todos, vimos como se acercaba muy despacio un señor de unos 80 años al que todos identificaron como el Presidente y fundador de la compañía, el Sr. García.

Al llegar, el Sr. García, que sigue liderando de forma honorífica la compañía a sus 86 años, nos dijo lo importante que había sido la firmeza de la sentencia para ellos. Por eso había convocado a la comida a las 16 personas afectadas directamente por el proyecto fallido.

La mesa estaba montada como si fuese una comida de Navidad. Inmediatamente nos sirvieron cava y brindamos por el éxito de la sentencia. Entonces empezaron las intervenciones.

El Consejero Delegado, hijo mayor del Presidente, dijo que la inversión realizada en el desarrollo del ERP y la duración de un proyecto tecnológico de tanta importancia había llegado a amenazar la continuidad de la compañía. “Cuando recibí los pagarés con la cantidad establecida en la sentencia fue como el fin de una larga pesadilla”. La secretaria del Director Financiero dijo:  “A mi este proyecto informático me afectó la salud. Me desesperaba ver la lentitud del sistema. El proceso de facturación duraba días. Por la noche soñaba que no podíamos atender los pedidos y perdíamos a los clientes.” “Además, nuestro negocio es el pescado y el marisco fresco que transportamos desde Galicia a toda España, y un ERP defectuoso puede provocar enseguida la pérdida de un producto tan efímero”.

Entonces llegaron las ostras. El hijo menor del Presidente era el experto. Nos explicó que se trataba de unas ostras muy apreciadas, que reservaban para grandes ocasiones. Nos pidió que diésemos la vuelta a la concha. El número de capas indicaba la edad de la ostra. Estas tenían siete años. Y había doce por persona. “Queremos mostrar nuestro agradecimiento en forma de comida. Dudo que volváis a comer un marisco tan fresco y de tanta calidad como el hoy” dijo el Sr. García, que se expresaba con una lucidez y un sentido del humor envidiables. No exageraba, cada ostra era como una bocanada de aire marino y un sorbo del Atlántico en nuestra boca.

Al acabar las ostras, sirvieron unas bandejas con los percebes más grandes y sabrosos que he visto en mi vida. “La tecnología no ha llegado todavía a la recolección del percebe. Los que lo cogen bajan a las rocas con unas cuerdas durante la marea baja. Los de arriba cuentan las olas y avisan cuando llega la ola grande. A veces no da tiempo a escapar. Por eso los percebes son tan caros”, dijo el hijo menor.

Cuando llegaron las almejas, el clima de confianza era tal que el Sr. García, entre chiste y chiste, fue contando la historia de la compañía. Desde que le llamaban “el rápido” cuando era estibador en los muelles del puerto de Barcelona hasta ser una de las primeras empresas españolas en utilizar barcos frigoríficos. Su hijo mayor le interrumpía sólo para aclarar algún error en las fechas, pero lo hacía con sumo respeto y después lo abrazaba y le cogía la mano. El hijo menor aprovechaba entonces para explicar algún detalle sobre lo que estábamos comiendo. “Esto son almejas babosas gallegas. Se diferencian de las del Carril en que las del Carril duran mucho más fuera del mar, te da tiempo a transportarlas lejos de la costa y a servirlas vivas. La almeja babosa, por el contrario, no aguanta, y hay que comerla cocida el mismo día en que se pesca.” Por eso el tiempo era crucial en su negocio, y el diseño del ERP no contemplaba las necesidades del negocio. El proveedor no había dedicado tiempo suficiente para conocer las prioridades de la empresa.

Los centollos iban rodeados de nécoras. Tal vez por la asociación de ideas que produjo verlos juntos, el Director Financiero comentó que lo que más le había impresionado de la preparación del juicio fue el trabajo codo con codo, de todo un equipo cohesionado. La fase de preparación de los testigos, el análisis de los informes periciales. “Era un asunto muy complejo y trabajar juntos nos permitió hacerlo sencillo”. “Juan, apura el carro del centollo”, dijo el Sr. García.

“Estas angulas son de Aguinaga. En esta época están muy tiernas. Su sabor tiene unos matices que exigen un tenedor de madera para no alterarlos y poderlos apreciar plenamente”, comentó el hijo menor. El Director Financiero siguió hablando: “Imagínate tener que demostrar quién es el responsable del fracaso de un proyecto informático tan complejo como éste. ¿Cómo puedes dedicarte al comercio mayorista de pescado fresco y marisco de primera calidad si tu sistema informático no te permite controlar de forma fiable las fechas de entrada y salida, ni el origen y el destino de cada partida?”. “Todavía recuerdo el latinajo: aliud pro alio. Nuestro proveedor informático nos entregó algo totalmente diferente a lo que habíamos pedido”.

Las bandejas siguieron llegando y continuaron las intervenciones en clave de humor del Sr. García. En la mesa había tres generaciones que representaban tres formas distintas de ver la empresa. Para nosotros era un ir y venir en el tiempo. El Sr. García nos llevaba a los años cincuenta, a las neveras de hielo y a las cajas de madera. Sus hijos nos traían a la actualidad, y nos hablaban de geolocalización de flotas, de optimización de rutas y de tracking a través de Internet. Fue una comida muy entrañable, que empezó con un apretón de manos y acabó con un abrazo. No creo que olvide nunca el clima de confianza y hermandad que se generó aquel día.

 A las siete de la tarde, después de cinco horas de comida, y no sé cuantos platos, el Sr. García, con la frescura de sus 86 años, se puso un poco más de sacarina en el café. “Me gusta el café dulce, pero los médicos me recomiendan que me porte bien”. Su hijo mayor comentó que cada sábado a las 10 de la mañana el Sr. García se juntaba con cuatro amigos de su edad y se zampaban un desayuno de cinco platos. “¿Mañana harás lo mismo, papá?”. “¿Tú que crees?” respondió el Sr. García.

Acceso al código fuente por parte del usuario

A pesar de que en algunos países las leyes concursales obligan a las empresas a depositar ante terceros el código fuente de las aplicaciones que comercializan, en España sigue sin apenas utilizarse el contrato de depósito del código fuente como garantía de acceso del usuario corporativo frente a supuestos de quiebra o suspensión del proveedor. Lo que en los países anglosajones se denomina contrato de escrow, en España es casi un desconocido. Es evidente que el software abierto (salvo en algunos casos) no precisa este tipo de acuerdos, pero los paquetes estándar y los proyectos de desarrollo en los que no se entrega el código fuente dejan al usuario en una situación precaria si el proveedor desaparece. A finales de los 80, desde la antigua SEDISI empezamos a ofrecer un servicio de depósito de fuentes que tuvo poco recorrido, a causa de la falta de demanda de este servicio. La conclusión fue que el usuario corporativo español vivía en la más absoluta felicidad. Años después, la implantación del euro hizo que muchas de esas aplicaciones cerradas sin proveedor localizable fueran sustituidas por nuevos programas, incapaces de aprovechar todos los datos que el usuario había ido generando con los años.

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