Este artículo es una reflexión sobre la forma en que actuamos los abogados en las redes sociales, los mensajes que directa o indirectamente estamos dando y sobre las posibles consecuencias de esta actuación.
Estas reflexiones las he convertido en preguntas que incluyo en los siguientes puntos.
Tiempo de dedicación
Envidio mucho a los compañeros que pueden dedicar tardes enteras durante la semana laboral para participar en debates doctrinales sobre temas jurídicos. Cuando llega el fin de semana, la mayoría de las veces el debate ya se ha enfriado y participar puede ser extemporáneo o repetitivo, porque muchos argumentos han perdido actualidad o ya han quedado agotados.
La pregunta es si nuestros clientes potenciales pueden interpretar negativamente ese tiempo de dedicación.
Dicen que uno de los elementos que analiza el big data y CRM social de la banca en EEUU es el tiempo de dedicación del cliente en las redes sociales. Si un cliente que se pasa el día publicando opiniones o contenidos de terceros solicita una hipoteca existe el riesgo de que el banco interprete que no tiene trabajo o que lo va a perder por su absentismo presencial, y le deniegue la hipoteca.
¿Puede un cliente potencial sentirse atraído inicialmente por un abogado muy activo en las redes sociales y después descartarlo por considerar que no tiene mucho trabajo o que no va a atender correctamente sus asuntos si da prioridad a los debates online?
El cliente puede interpretar que el abogado tiene una gran capacidad de delegación pero también que tiene una gran adicción.
En cualquier caso, por mucho que delegues, si tienes éxito profesional, muchos clientes requerirán tu implicación y presencia y acabará quedándote poco tiempo para las redes, por lo que existe el riesgo de que el cliente interprete que el abogado que se pasa el día en Twitter está realmente ocioso. Especialmente si habla de cualquier cosa que no sea su especialidad.
Posicionamiento
Todo sector de actividad y toda especialidad acostumbra a tener dos partes enfrentadas: la oferta y la demanda.
Lo primero que hicimos la mayoría de los abogados durante los primeros años de nuestra carrera profesional fue escoger la especialidad y la parte a la que ibas a defender. El bando, si queremos llamarle así.
En propiedad intelectual podías escoger a las empresas productoras de contenidos o a los consumidores, en laboral, a la empresa o al trabajador, en protección de datos al responsable del tratamiento o al interesado. Defender a las dos partes genera problemas de posicionamiento, problemas similares a los de los abogados generalistas.
Y si decidías que ibas a defender los intereses de las empresas, tenías que elegir el segmento: gran empresa o PYME, ya que la problemática y las soluciones a aplicar eran totalmente distintas.
Pregunta 1: ¿Los abogados tenemos una estrategia clara de posicionamiento en las redes sociales?
Pregunta 2: ¿Se evidencia en nuestros comentarios si hemos tomado partido a favor de la oferta o de la demanda?
Los parámetros de valoración del éxito en las redes sociales deberían tener en cuenta el tipo de posicionamiento que ha escogido el abogado. Por ejemplo, para un abogado que ha decidido posicionarse a favor de la empresa en una especialidad como la propiedad intelectual será un éxito que le sigan más de 500 empresas o más de 2000 usuarios asociados profesionalmente a la oferta. Salvo que adicionalmente se dedique a la farándula, que es como llamo a hacer “news surfing”, es decir opinar sistemáticamente sobre todos los temas que son tendencia del momento.
Todos sabemos que publicar diariamente múltiples opiniones sobre todos los trending topics del día es una estrategia que nos asegura más de 10.000 seguidores en poco tiempo, pero nos aparta de nuestros objetivos profesionales, salvo que éstos sean intentar vivir de la publicidad. Si hiciésemos un análisis de las tipologías de seguidores de un abogado dedicado a la farándula veríamos que la cantidad en este caso no es sinónimo de calidad en términos de posicionamiento profesional del despacho.
En materia de propiedad intelectual y derecho digital destaca el caso de éxito de David Bravo, que se posicionó claramente como defensor de la demanda y supera actualmente los 400.000 seguidores.
Un abogado que desee posicionarse a favor de los interesados en materia de protección de datos y derecho a la intimidad debería superar estas cifras para poder considerarse un caso de éxito, ya que la percepción de las amenazas que hoy en día se ciernen sobre los usuarios de Internet en materia de privacidad es muy superior a la que existe en materia de propiedad intelectual.
Si el análisis de los seguidores y de la audiencia demuestra que el abogado ha conseguido una respuesta homogénea, que es coherente con su estrategia de posicionamiento, deberá existir también una respuesta proporcionada en la entrada de clientes y proyectos.
Otro ratio importante es el del esfuerzo realizado para conseguir un seguidor, es decir, el coste de cada seguidor. Podemos calcular, por ejemplo, el número de tuits que ha costado tener un seguidor para medir el interés que generan nuestros tuits. De esta manera, un abogado que ha publicado 192.100 tuits y tiene 21.400 seguidores ha realizado un esfuerzo de casi 9 tuits por seguidor y un abogado que ha publicado 1.700 tuits y tiene 3.400 seguidores ha realizado un esfuerzo de 0,5 tuits por seguidor.
Contradicción entre creencias e intereses
Un par de preguntas relacionadas con el punto anterior serían las siguientes:
¿Los abogados estamos publicando en las redes sociales opiniones coherentes con nuestra estrategia de posicionamiento?
¿Qué pasa cuando nuestras creencias no coinciden con los intereses de las empresas que queremos que contraten nuestros servicios?
Es muy importante que nuestras creencias en relación a nuestra especialidad coincidan con los intereses de la parte del mercado que hemos decidido defender, ya que, en caso contrario se va a notar que no somos sinceros en nuestras opiniones y manifestaciones.
Puede darse el caso de que nuestros argumentos en materia de protección de datos vayan dirigidos a la defensa de los derechos de los interesados. No hay nada más legítimo. Pero si nos posicionamos de forma sistemática como evangelistas de la privacidad, no podremos quejarnos de que facturamos poco a las empresas.
Podemos tener muchos seguidores con intereses contrapuestos a nuestra interpretación de la norma, porque quieren saber “lo que piensa el enemigo” para estar preparados cuando deban defender los intereses contrarios. Dicen que Patton leyó y analizó el libro de estrategia escrito por Rommel en el que explicaba los fundamentos de la Blitzkrieg. Pero no creo que Rommel estuviese contento de sumar a Patton a su lista de followers.
También puede darse el caso de una empresa que nos contrate para que hagamos de abogados del diablo e interpretemos lo peor que le puede pasar si realiza una campaña de marketing de una manera o de otra.
También puede haber empresas súper garantistas que quieran asegurar los máximos niveles de cumplimiento de las interpretaciones más conservadoras de la ley, a pesar del impacto que ello tenga en el negocio.
Pero por regla general, si dirigimos nuestra oferta a las empresas, nuestro asesoramiento no puede ir reñido con el negocio, y menos en estos tiempos. Un asesoramiento excesivamente prudente o conservador es lo que menos dificultad entraña para un abogado y por lo tanto, cotiza a la baja.
El mérito de un abogado, la aportación que más puede valorar una empresa es justamente la de encontrar una solución que sea a la vez garantista y posibilista, es decir, que no provoque pérdidas al negocio. Encontrar el punto de equilibrio entre el negocio y el cumplimiento es la habilidad que nuestros clientes esperan de nosotros.
Y tal vez la defensa a ultranza de la posición del regulador o de la autoridad del control no es la mejor forma de convencer a nuestra audiencia de que somos los candidatos idóneos para defender sus intereses.
Es evidente que si nuestro cliente ideal son las empresas de un determinado sector de servicios online, no podemos decir constantemente que sus usuarios son seres indefensos amenazados por el apetito insaciable de datos de las empresas de ese sector.
Otro riesgo de dejarse llevar por las creencias y no por los intereses de tus clientes es que en una negociación o en un procedimiento judicial la parte contraria se apoye en tus propios argumentos o demuestre la incoherencia de tu planteamiento aportando como prueba tus propios artículos. Esto ya ha ocurrido en numerosas ocasiones, y hay mil formas de explicarlo como punto de vista doctrinal, pero es muy posible que no tengas escapatoria si eres un experto de reconocido prestigio, un líder de opinión con miles de seguidores que coinciden con tus criterios en las redes sociales.
Discrepancia entre el conocimiento supuesto y el real
Los abogados mediterráneos tenemos en común que somos capaces de considerarnos expertos en una materia tras unos meses de estudio o de práctica.
Y esto se nota mucho en las redes sociales, donde cualquier aprendiz puede sacar pecho y en unos segundos poner en duda los planteamientos que llevas años trabajando. Porque las redes sociales eliminan el respeto que genera un debate presencial.
También amplifican y fijan en el tiempo las respuestas que damos a esas provocaciones, publicando opiniones de forma vehemente tras segundos de reflexión y a veces contaminados por la soberbia, el orgullo herido o un ego excesivo.
Todos tenemos que reconocer que en alguna ocasión nos hemos dejado llevar por la efervescencia del debate y hemos publicado interpretaciones poco meditadas y con una extensión limitada en número de caracteres. Pero si lo que queremos es que se nos valore como profesionales eso es lo último que tenemos que hacer.
Claro que podemos ver las redes sociales como un divertimento o como un ejercicio dialéctico apasionante, donde hoy podemos defender una tesis y mañana otra, pero si tenemos una estrategia clara de posicionamiento, debemos medir nuestras palabras y ser coherentes con el conocimiento y la experiencia que se asocia a nuestro perfil.
Los más jóvenes pueden retarnos como si estuviésemos en la calle principal de Dodge City, pero ellos no tienen nada que perder en ese momento de su carrera. Aspiran a mejorar su reputación si ganan un debate con un profesional con más experiencia.
Justamente el conocimiento y la experiencia son los que más nos hacen dudar. Está claro que cuanto más sabes más dudas. En cambio, todos tenemos un cuñado que sabe más que nadie de los problemas del país y de cómo solucionarlos. Recuerdo un debate el LinkedIn, al principio de la pandemia, en el que un compañero se sintió molesto porque le dije que ni él ni yo sabíamos cuáles eran las medidas preventivas más eficaces para combatir el Covid-19. Él respondió airado, diciendo que tenía muchos médicos en la familia. Supongo que unos meses después reconocerá que ni teniendo varios permios Nobel en medicina en la familia podría haber previsto todo lo que ha pasado.
Hay debates enriquecedores, en los que podemos aprender mucho, aunque pensemos que lo sabemos todo. Y otros que son una absoluta pérdida de tiempo, porque sabes desde el principio que nadie va a renunciar a sus creencias y se puede considerar que dar la razón al otro es una rendición.
Es importante tener en cuenta la discrepancia que puede darse en los demás y en nosotros mismos entre los conocimientos que pensamos que tenemos y los que en realidad tenemos. Tenemos que medir bien el tamaño de esa discrepancia antes de empezar a hablar.
Las redes sociales amplifican esta discrepancia y la fijan en el tiempo, de manera que todos podemos ser etiquetados por nuestras audiencias y nuestros clientes potenciales en función de nuestros conocimientos reales y de nuestra actitud en relación a ellos. Cabe reconocer en este punto el esfuerzo de los que, gracias a su capacidad dialéctica, son capaces de sacar el máximo rendimiento a sus escasos conocimientos. Y de los que, sabiendo mucho, no son capaces de mantener un debate y salir mínimamente airosos.
Considero que todos deberíamos hacer el esfuerzo de identificar en qué fase de la curva del conocimiento estamos antes de empezar a hablar de algo. Existe un sesgo cognitivo al que llaman el efecto Dunning-Kruger, según el cual los individuos con escasa habilidad o conocimientos sufren de un sentimiento de superioridad ilusorio, considerándose más conocedores de la materia debatida que otras personas más preparadas. Este efecto se produce al medir incorrectamente su conocimiento por encima de lo real.
Si analizamos el gráfico que representa la relación entre la confianza en nuestro conocimiento y nuestras competencias reales, veremos que, según esta tesis, la primera aproximación a una materia o rama del conocimiento genera un incremento inmediato en nuestra confianza o en la percepción de nuestro nivel de dominio de la materia. La zona más alta de esta primera curva ascendente recibe el nombre del “monte de la estupidez”. En ese punto demuestras con tus comentarios lo atrevida que puede llegar a ser la ignorancia.
Es lo que les ocurre a los conductores novatos, que se comportan como si hubiesen nacido para conducir un F1, hasta que tienen el primer susto.
Una persona que no esté afectada por este sesgo cognitivo se dará cuenta rápidamente de lo mucho que le queda por aprender y caerá en el llamado “valle de la desesperación”, en el que estará un buen tiempo hasta que, poco a poco, vaya adquiriendo conocimientos y experiencia y acabe recuperando la percepción de dominio de la materia, que en este caso será real, pero que no le impedirá tener más dudas que cuando sabía menos.
Cuando identificamos a un compañero afectado por este sesgo cognitivo en un debate, es recomendable evitar el enfrentamiento o aplicar el mismo protocolo que utilizamos con nuestro cuñado “fake news” o “seudowikipédico” en la comida de Navidad, transmitiéndole las dudas que genera su planteamiento e invitándole a reflexionar de manera conjunta. En este vídeo se explica de forma muy sencilla cómo evitar el choque de trenes, aunque, en la mayoría de los casos, no es necesario influir en el otro ni convencerlo de nada.
El RGPD construye el paradigma del efecto Dunning-Kruger, ya que el escaso tiempo transcurrido desde su aplicación efectiva nos coloca a todos, incluidas las autoridades de control, en el valle de la desesperación y seguimos abriendo camino en las áreas que todavía quedan sin consolidar. De ahí la iniciativa del GDPR Hacks.
Sin embargo, las redes sociales estás llenas de expertos absolutamente convencidos que han alcanzado el sagrado estado de gurú.